Socialización y exclusión
Como seres humanos que somos necesitamos relacionarnos y comunicarnos con nuestro entorno y usamos de forma consciente, inconsciente, voluntaria o involuntaria este tipo de tecnologías siempre. Vivimos rodeados de ellas, utilizamos la televisión, la radio o el ordenador, entre otras cosas para mantenernos informados, para investigar, llenar nuestros ratos de ocio e incluso para aprender nuevas cosas y apoyar nuestra formación.
Las redes sociales son una vía para la socialización, valga la redundancia. Sin lugar a dudas son uno de los mecanismos de interacción y canales de comunicación y socialización más actuales. A través de ellas la población virtual se comunica, comparte, intercambia información, mantiene y genera contactos, entre otras cosas.
“Con cada relación se abre también «un pequeño mundo», una parte de la sociedad a la que se le da acceso al individuo. Cada amigo nuevo introduce en contextos, círculos sociales, saberes nuevos, presenta también otros compañeros y otros conocidos. A medida que el individuo teje su red de relaciones, se agencia así su circulación en espacios sociales más o menos diversificados. Además, es en el encuentro y en las interacciones con el prójimo que el individuo aprehende las diferenciaciones sociales, aprende a situarse en ellas, a afiliarse o a distanciarse, a negociar su lugar en la sociedad. Esta dinámica se inscribe entonces en los procesos de socialización, en la medida en que contribuye a construir el modo de incorporación del individuo en la sociedad y diseña de alguna manera su «superficie social»” (Bidart. C, 2009).
“Los y las jóvenes usan los ordenadores, los teléfonos móviles y otras tecnologías de información y comunicación (TIC) para hacer las mismas cosas que hacían sin ellas los y las jóvenes en otros tiempos: charlar con amigos, quedar, informarse, ligar, coordinar las actividades cotidianas, felicitar, solicitar y ofrecer ayuda, chismorrear, propagar rumores, acosar, jugar, leer, escuchar música, consumir pornografía, etc. Pero al participar estos dispositivos digitales en esas acciones, cambian las maneras, los tiempos, los espacios, los gestos, los significados” (Lasén. A, 2014).
Sin embargo, y como ya comenté con anterioridad, las redes sociales pueden suponer un “arma de doble filo”, las ventajas que suponen en lo que a socialización se refiere el uso de las redes son amplias sin duda, pero también he hablado de sus riesgos, los cuales no se pueden obviar de manera precipitada y mucho menos si nos centramos en el colectivo adolescente. Además es un hecho que donde existe socialización se pueden dar también casos de exclusión.
Según un estudio del Centro Reina Sofía, “los y las jóvenes que tienen un uso bajo de redes sociales, o no tan intensivo, reconocen esa presión grupal y asumen que son «raros» por no entrar en la dinámica que, también reconocen, marca el devenir cotidiano de lo que entienden es la mayoría de gente de su edad”.
El estudio indica también que los encuestados que señalan que las nuevas tecnologías facilitan hacer nuevas amistades representan un número similar a los que creen que favorecen el aislamiento de la gente. En ambos casos, el porcentaje supera el 70% de las respuestas. "Para la mayoría de los jóvenes las redes sociales son un espacio para integrarse", explica el director técnico de la Fundación de Ayuda a la Drogadicción, Eusebio Megías. "Por tanto, los jóvenes que no tengan ordenador en casa o smartphone tienen mayor riesgo de quedar aislados. La brecha social en función de la clase social puede profundizarse por este motivo".
Además, cabe destacar que si bien las redes sociales se crearon con el fin de agilizar la comunicación, también están dando lugar a que las personas estén perdiendo el contacto personal, se está perdiendo sin duda el enriquecimiento de las relaciones personales de una manera física, se dan graves problemas de comunicación interpersonal cara a cara, poniendo por encima de eso las relaciones virtuales, dando lugar de este modo a cambios en el comportamiento de las personas, en sus valores y aptitudes, sobre todo en los jóvenes que pierden el contacto real con sus más allegados, destacando el núcleo familiar, produciéndose así un cierto aislamiento social.